Aunque nunca fui una princesa

Aunque nunca fui una princesa,
tú siempre supiste verme como una.
Me pusiste una corona,
desde el primer momento en que tus brazos
me acogieron en eternos lazos.

Tú me enseñaste a ser una guerrera,
a que por lo que se quiere se pelea.
Siempre confiaste en mis posibilidades,
incluso cuando las adversidades,
querían derrotarme
Tú eras la mano que me levantaba
y me obligaba a no redirme.

Puede que tengamos nuestras diferencias,
pero tú haces que sean menudencias.
De alguna forma siempre te encargas,
de hacerme saber que contaré contigo,
cuando las cosas se vuelvan amargas.

Si de algo puedo estar orgullosa,
es de poder decir que tú eres mi padre.

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